¿Por qué es tan difícil pedir ayuda?

Y lo que puedes hacer para que sea (sólo un poco) más fácil.

 
 

Por Chris Anselmo

En noviembre de 2009, un neurólogo me pronosticó que me quedaban diez años para caminar. Tenía 23 años. Resultó que la inexplicable debilidad muscular que padecía desde hacía un año se debía a una enfermedad muscular de aparición en la edad adulta, la distrofia muscular de cinturas tipo 2B. Me dijeron que no había nada que hacer salvo ser paciente, ya que no había tratamientos (y sigue sin haberlos) que pudieran detener la progresión. 

Salí de la consulta furiosa. Me negué a aceptar el pronóstico. Decidí convertirme en la primera persona que venciera a la enfermedad y recuperara la fuerza. Esta mentalidad obstinada sólo hizo que la inevitable sacudida de la realidad fuera más dolorosa. En lugar de declararle la guerra a mi enfermedad, debería haber pedido ayuda. 

La vida no espera a que estemos preparados. Sin embargo, curar lo incurable me parecía más factible que admitir mi impotencia. En lugar de dar a conocer la gravedad de mi pronóstico, le resté importancia o me callé. Era lo bastante fuerte como para ocultar mis síntomas si evitaba correr u otras actividades extenuantes.

Pedirayuda es una habilidad que lleva tiempo aprender, pero que a la larga reporta enormes beneficios.

Había muchas razones para no pedir ayuda. No quería que mis padres se preocuparan. No quería que mis amigos pensaran mal de mí. Sobre todo, no sabía cómo pedir ayuda. Pero a la vida no le importaba si estaba preparada. Cuando las escaleras se volvieron imposibles, cuando empecé a caerme, supe que tenía que pedir ayuda. Poco a poco, hice saber a mis allegados lo que me pasaba. Los beneficios fueron inmediatos. Mi vida mejoró, y todo porque hice saber a la gente que no podía manejar esta enfermedad sola. En pocos meses, pasé de desdeñar la ayuda a preguntarme por qué no la había pedido antes.

Quiero que no tengas que esperar tanto como yo. Sea cual sea tu problema, pedir ayuda -especialmente a las personas más cercanas- es una habilidad que lleva tiempo aprender, pero que a la larga da enormes dividendos.

CUATRO BARRERAS COMUNES

Hay muchas razones por las que pedir ayuda es tan difícil. He aquí cuatro de las más destacadas:

  • El orgullo. Dudamos en pedir ayuda porque nos parece que estamos admitiendo nuestra derrota. Queremos ser autosuficientes y, sin embargo, pedir ayuda declara al mundo: "No puedo hacerlo solo". Esto hiere nuestro orgullo.

  • Nos da miedo ser vulnerables. Pedir ayuda da miedo y es incómodo. A veces, significa desnudar nuestras inseguridades más profundas.

  • Tememos que nos hagan daño o nos estigmaticen. Cuando pedimos ayuda, no sabemos cómo responderá la otra persona. Puede que nos ayuden a llevar nuestras cargas, lo cual sería fantástico. Pero siempre existe el riesgo de que nos hagan más daño. ¿Y si alguien en quien creíamos confiar se niega a ayudarnos? ¿Y si no se toman en serio nuestras preocupaciones? Si esto ocurre, pueden abrirse heridas que quizá nunca cicatricen.

  • Pensamos que somos una carga para los demás. Aunque no tengamos miedo de ser vulnerables, no queremos sentirnos como una carga. Los demás están ocupados; no queremos quitarles tiempo.

 
 

Superar estas barreras

Estas barreras son poderosas, pero no insuperables. He aquí cómo podemos superarlas:

  • Orgullo - Si estás desanimado por no poder hacerlo todo por ti mismo, bueno, noticias de última hora: no puedes. Nadie puede. Nos necesitamos unos a otros para salir adelante en este mundo. Es la esencia del paradigma de Stephen Covey de interdependencia- para vivir eficazmente, debemos trabajar juntos. Además, pedir ayuda es una forma de independencia. Al tomar la iniciativa, llevamos la voz cantante e identificamos de forma proactiva dónde nos beneficiaríamos de un apoyo adicional.

Subestimamos cuánto nos respeta la gente cuando admitimos nuestras debilidades .
  • Vulnerabilidad - Por desgracia, no existe una fórmula mágica que facilite compartir nuestras vulnerabilidades. Si no estás preparado para compartir hasta el último detalle de tu lucha, comparte sólo un poco o habla en generalidades. El primer paso es reconocer que, aunque pedir ayuda conlleva el riesgo del rechazo, puede ser la forma más rápida de mejorar tu vida. Si llegas a un punto en el que eres capaz de abrirte, y la persona con la que hablas responde de forma genuina y cariñosa, esto puede cambiarte la vida.

  • Que te hagan daño - No hay garantías de que las personas más cercanas a ti reaccionen positivamente a tu petición de ayuda. Sin embargo, si confías en alguien en quien ya confías -un padre, un cónyuge o un mejor amigo-, las probabilidades están a tu favor. Subestimamos cuánto nos respeta la gente cuando admitimos nuestras debilidades. Piensa en todas las veces que alguien te ha confesado que necesitaba ayuda. Probablemente quedaste impresionado por su valentía y dispuesto a hacer todo lo que necesitara dentro de tus posibilidades. ¿Por qué los demás no pueden hacer lo mismo por ti?

  • Agobiar a los demás - Es fácil pensar que estamos agobiando a los demás con nuestros problemas y, sin embargo, cuando por fin decimos algo, la reacción suele ser: "¿Por qué no me lo dijiste antes?". La gente quiere ayudar. Si pueden, querrán hacerte la vida más fácil. Muchas veces, son conscientes de que algo va mal mucho antes de que se lo pidas. Si crees que vas a molestarles, piensa en lo que pasaría si siguieras por el camino actual. Si sigues reprimiendo tu dolor y no pides ayuda, puede que acabes en una situación peor que si arrancas la tirita y lo haces de una vez por todas. Podría ser una carga mayor recoger los pedazos rotos más adelante.

Ponerlo en práctica

Cuando vemos estos bloqueos mentales como lo que realmente son, pedir ayuda resulta, si no menos aterrador, al menos más factible.


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